de Lenguaurelio
Antonio Machado (que fue un mal estudiante, y que en toda su carrera como profesor sólo suspendió a aquel alumno que le dijo que "los griegos eran unos bárbaros") es un genio, tanto por la forma como por el tratamiento del contenido de sus poemas, como en muchas ocasiones hemos comentado. Entre las muchas virtudes poéticas que demuestra el andaluz en sus obras, destaca -desde mi punto de vista- la contención, que no debe confundirse con falta de compromiso.
Antonio Machado y Álvarez (alias "Demófilo", el amigo del pueblo), el padre del poeta, fue folklorista, hecho que sin ninguna duda debió de influir en la formación de su hijo, que tan magistralmente maneja metros y motivos de la lírica popular. Antonio Machado, nuestro poeta, se formó en la Institución Libre de Enseñanza (fundada por unos profesores - entre ellos, Francisco Giner de los Ríos- que fueron "separados" de la Universidad Central de Madrid -donde también impartió clases el abuelo de Machado- por defender la libertad de cátedra). De su biografía pueden extraerse varias conclusiones: a) Antonio Machado, por su formación, es un intelectual antes que un hombre de pueblo; crece con los estudios sobre el folklore, no crece con el pueblo; b) A pesar de haber sido un mal estudiante (o, mejor dicho, a pesar de que no sacaba buenas notas y ¡suspendía Lengua!), su capacidad de análisis y crítica es inmenso.
Machado cantó al pueblo y con la voz del pueblo, pero jamás fue complaciente con ese pueblo al que tanto amaba, quizá precisamente por ese mismo motivo. El poeta de los Campos de Castilla (y de Úbeda, y de Baeza, y del Guadarrama) es el primero en escribir versos inolvidables y duros como "Mucha sangre de Caín / tiene la gente labriega" (en "La tierra de Alvargonzález"), y el primero en horrorizarse ante la complacencia de las masas en el sufrimiento y el dolor (véase el poema "La saeta"). Pero es también Machado quien pone en boca de un personaje del relato en prosa de "La tierra de Alvargonzález" estas célebres palabras que bien le valdrían de epitafio: "Nadie es más que nadie"; así como el primero en elogiar, frente a los árboles más altos, graciosos o productivos, al más sencillo, a la humilde encina (que se identifica con los más humildes de la tierra).
Ciertamente, como intelectual, Machado amaba al pueblo pero sin sentirse parte de él. Y desde esa posición lo mira, lo ama y siente dolor por él. En el poema "Un criminal", cuyos últimos versos quiero transcribir hoy, la voz lírica (creo que bastante, es más, totalmente identificada con el mismo autor) expresa una honda pena hacia un pueblo "carne de horca" que celebra la ejecución pública de un criminal, creyéndose mejor que él por no haber cometido el crimen, ignorante de que el auténtico peligro está en una sociedad enferma.
Frente al reo, los jueces en sus viejos
ropones enlutados
y una hilera de oscuros entrecejos
y de plebeyos rostros —los jurados.
El abogado defensor perora,
golpeando el pupitre con la mano;
emborrona papel un escribano,
mientras oye el fiscal, indiferente,
el alegato enfático y sonoro,
y repasa los autos judiciales
o, entre sus dedos, de las gafas de oro
acaricia los límpidos cristales.
Dice un ujier: «Va sin remedio al palo.»
El joven cuervo la clemencia espera.
Un pueblo carne de horca, la severa
justicia aguarda que castiga al malo.
Un genio es genio porque es universal, porque sus obras no sólo llegan a sus paisanos o contemporáneos, sino que llegan a cualquier persona de cualquier cultura y tiempo. ¡Cuántos linchamientos y criminalizaciones no estamos presenciando en la sociedad actual nuestra! ¡Cómo se sigue utilizando al pueblo -la masa, la opinión pública, los ciudadanos, llamémosle X- para justificar y perpetuar los intereses de una sociedad enferma! Ahora la educación es obligatoria en España, pero ¿estamos tan lejos de la época de Machado, en que se celebraba la muerte en el patíbulo y se expulsaba a los profesores de sus cátedras?
Machado cantó al pueblo y con la voz del pueblo, pero jamás fue complaciente con ese pueblo al que tanto amaba, quizá precisamente por ese mismo motivo. El poeta de los Campos de Castilla (y de Úbeda, y de Baeza, y del Guadarrama) es el primero en escribir versos inolvidables y duros como "Mucha sangre de Caín / tiene la gente labriega" (en "La tierra de Alvargonzález"), y el primero en horrorizarse ante la complacencia de las masas en el sufrimiento y el dolor (véase el poema "La saeta"). Pero es también Machado quien pone en boca de un personaje del relato en prosa de "La tierra de Alvargonzález" estas célebres palabras que bien le valdrían de epitafio: "Nadie es más que nadie"; así como el primero en elogiar, frente a los árboles más altos, graciosos o productivos, al más sencillo, a la humilde encina (que se identifica con los más humildes de la tierra).
Ciertamente, como intelectual, Machado amaba al pueblo pero sin sentirse parte de él. Y desde esa posición lo mira, lo ama y siente dolor por él. En el poema "Un criminal", cuyos últimos versos quiero transcribir hoy, la voz lírica (creo que bastante, es más, totalmente identificada con el mismo autor) expresa una honda pena hacia un pueblo "carne de horca" que celebra la ejecución pública de un criminal, creyéndose mejor que él por no haber cometido el crimen, ignorante de que el auténtico peligro está en una sociedad enferma.
Frente al reo, los jueces en sus viejos
ropones enlutados
y una hilera de oscuros entrecejos
y de plebeyos rostros —los jurados.
El abogado defensor perora,
golpeando el pupitre con la mano;
emborrona papel un escribano,
mientras oye el fiscal, indiferente,
el alegato enfático y sonoro,
y repasa los autos judiciales
o, entre sus dedos, de las gafas de oro
acaricia los límpidos cristales.
Dice un ujier: «Va sin remedio al palo.»
El joven cuervo la clemencia espera.
Un pueblo carne de horca, la severa
justicia aguarda que castiga al malo.
Un genio es genio porque es universal, porque sus obras no sólo llegan a sus paisanos o contemporáneos, sino que llegan a cualquier persona de cualquier cultura y tiempo. ¡Cuántos linchamientos y criminalizaciones no estamos presenciando en la sociedad actual nuestra! ¡Cómo se sigue utilizando al pueblo -la masa, la opinión pública, los ciudadanos, llamémosle X- para justificar y perpetuar los intereses de una sociedad enferma! Ahora la educación es obligatoria en España, pero ¿estamos tan lejos de la época de Machado, en que se celebraba la muerte en el patíbulo y se expulsaba a los profesores de sus cátedras?
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